lunes, 6 de julio de 2009

Leyendo al misterio (Critica de The Reader)

The Reader (EE.UU. – Alemania, 2008). Dirección: Stephen Daldry. Con: Ralph Fiennes, David Kross, Kate Winslet, Bruno Ganz. Fotografía: Chris Menges, Roger Deakins. Duración: 124 min

¿Qué pasa si nos topamos con una personalidad oculta, una vida que esconde secretos y decisiones enigmáticas? ¿Y qué resulta del encuentro de una figura así con un transparente, entregado y virginal muchacho? Tendremos una situación más que conflictiva, seguro. Esta historia es la que desarrolla Stephen Daldry en The Reader, un filme basado en el best seller homónimo del alemán Bernhard Schlink.

En tres tiempos distintos la película cuenta el enamoramiento y obsesión de Michael Berg con la misteriosa Hanna Schmitz. La narración comienza en el tiempo presente con un Michel (Ralph Fiennes) de personalidad reservada, como consecuencia del dolor que dejó un fugaz romance con Hanna (Kate Winslet) a la edad de 15 años. A través de los recuerdos de Michael, Daldry nos traslada a la República Federal Alemana de fines de los 50 para contar esa historia de amor y sometimiento, metaforizado en la lectura de libros, entre Hanna y un adolescente Michael (David Kross).

Estas variaciones en el tiempo nos llevan a la juventud de Michael, quien se encuentra estudiando abogacía. Es aquí donde se desarrolla el más grueso conflicto de la narración cuando él presencia un juicio a seis guardias de Auschwitz, siendo Hanna una de las acusadas.

El enunciador juega con dos caras de Hanna para que el espectador decida con cuál de ellas se quedará, hace un tratamiento objetivo sin tomar partido por ninguna de sus dos facetas. La muestra, por un lado, ingenua y hasta humana; pero por otro lado no permite que el espectador olvide que ella es una persona que ha provocado sufrimientos en el campo de concentración.

La figura de la lectura es aquí un punto importante: la declaración de una de las sobrevivientes acerca de que Hanna les hacía leerles para prolongar su vida es un dato chocante. Se humaniza al personaje pero al mismo tiempo caemos en la cuenta, junto con Michael, de que ella ha sometido a través de la lectura. Michael es una víctima más.

Daldry finalmente va llevando al espectador por los laberintos sentimentales del joven, especialmente cuando Hanna es denunciada de ser la ideóloga de una serie de asesinatos y solo él tiene la refutación a esa acusación. La fría, alejada, misteriosa y secreta Hanna Schmitz empieza a develarse aunque la historia, por el contrario, empieza a oscurecerse.

A pesar de los saltos temporales, que no siempre son el recurso más sencillo, pero que funcionan correctamente gracias a la labor de montaje, el director logra hacer una película entendible. Hay una correcta actuación de la actriz de Titanic (su Hanna madura carece de expresión propia para la edad, asemejándose a la de períodos anteriores, con nada de ayuda de una pobre labor de maquillaje). Pero el trabajo más destacable pertenece al alemán David Kross quién verdaderamente logra sellar en la pantalla los sentimientos de Michael Berg.

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